Hubo un momento en mi vida en el que necesitaba silencio, un momento en el que cualquier ruido era demasiado. Quizá los pensamientos del último periodo habían ido tan deprisa e imparables que se habían amontonado. Para deshacerme de esa fatiga mental, no encontré nada más reparador que el silencio. Me daba paz. Empecé a buscar libros sobre el tema y di con el testimonio de Antonella Lumini.
La guardiana del silencio
En el libro, Antonella, entrevistada por Paolo Rodari, cuenta su experiencia en el sur del Sáhara, de una grave enfermedad que curó gracias a la macrobiótica, la llamada del silencio. Filósofa de formación, redescubrió su fe y reinterpretó la Biblia. Fue una gran sorpresa descubrir que la autora era encargada de libros antiguos en la Biblioteca Nacional de Florencia, estábamos geográficamente muy cerca en aquella época.
Ella se define como una ermitaña de ciudad, en su casa ha recreado una pequeña Pustinia, un lugar tranquilo donde encontrar el silencio, sobre todo como dimensión interior. Gracias a su libro, descubrí que celebraba reuniones nocturnas en una iglesia de Florencia. Nunca había entrado en una iglesia de noche y a oscuras.
LAS REUNIONES NOCTURNAS EN LA IGLESIA
Éramos un grupo de unas 15 personas, sentadas en círculo dentro de una sala de la iglesia. Durante la primera parte de la reunión, Antonella elegía un tema y lo discutía con todos, después llegaba el momento del silencio. Encendía una vela y la colocaba en medio de la alfombra que nos unía, en la penumbra golpeaba tres veces la campana tibetana. Ese largo sonido desaparecía en el aire como un borrón y decretaba el fin de toda conversación. Por fin el silencio.
Pasábamos así media hora. La primera vez recuerdo que pensé: ¿y ahora qué hago durante treinta minutos? Pero poco después disfruté tan intensamente de la experiencia, que fue como un bálsamo, como estar bajo el edredón. Experimenté una sensación de gran confort que interrumpir aquel silencio me pareció una vergüenza.
IR A UNA ERMITA
Así que empecé a participar asiduamente en encuentros, a practicar el silencio incluso en solitario, a buscarlo en la montaña, durante mis fines de semana a solas, incluso me fui unos días a una ermita en el maravilloso bosque del Casentino, te lo cuento aquí.
Esta reflexión sobre el silencio, junto con la del poder de la palabra, la compartí con un grupo de personas de diferentes nacionalidades, dentro del proyecto Poliglotía en el que participé en el museo IVAM de Valencia, te lo explico aquí.